Alebrijes en Cuadratines

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Agua, eterno problema en el Valle de México

Cuando los aztecas decidieron fundar Tenochtitlan hace quinientos años, nunca pensaron en los problemas que el agua provocaría a futuro, porque ellos sí pudieron resolverlos pero, tras la llegada de los españoles, la situación se complicó y sus consecuencias las padecemos hoy día.

Si acaso los conquistadores hubieran decidido asentarse en otro punto de lo llamaron la Nueva España la historia hubiera sido otra, pero no sucedió así y tras construir no solo sus viviendas, también iglesias, conventos y escuelas, principalmente, en zonas donde no existía un fondo firme sino un lecho lodoso, con lo cual tras el peso de las construcciones de forma lenta pero inexorable empezaron a toda el área.

Actualmente el problema del agua se presenta en dos fases. La primera, en poder llevar el líquido a los millones de habitantes del Valle de México para sus diferentes necesidades; la segunda, el poder desfogarla una vez que ha sido usada y se torna gris o negra.

Para el primer caso desde hace más de cuarenta años funciona el Sistema Cutzamala para abastecer la demanda, aunque ocasionalmente suceden crisis, ya sea por la falta de lluvias o por problemas técnicos lo cual dificulta el suministro, Pero también para solucionar parcialmente esta problemática se ha recurrido a la explotación de pozos, pero esas medidas han provocado el hundimiento de la Ciudad de México,

En el caso del desfogue de las aguas grises y/o negras la solución no ha resultado sencilla, al intentarse varias medidas como el llamado Tajo de Nochistongo, cuya construcción se remonta a 1781, pero no ha funcionado correctamente y uno de los más recientes intentos fue la construcción del Drenaje Profundo.

Sin embargo, por diversas razones como basura en el drenaje, problemas técnicos en la salida del líquido y lluvias inusuales, han provocado fallas lo cual se refleja en inundaciones –lo que las autoridades clasifican como “encharcamientos”–, situaciones que no solo desquician la vialidad al obstruir el tránsito en avenidas y bajo puentes, también perjudica al sistema de transporte público, en particular el Metro al grado de tener que interrumpir su servicio.

Pero los problemas van más allá. Uno es la aparición de socavones u oquedades, es decir hundimientos del suelo, tanto en avenidas con gran circulación, por ejemplo la Calzada Zaragoza, hasta en camellones como el de avenida Talismán y Eduardo Molina, el cual se abrió cuando una mujer caminaba por ese lugar el sábado 23 de agosto, cuando inesperadamente cayó en un foso de tres metros de profundidad, siendo rescatada posteriormente.

Muchos de estos socavones se presentan tanto por fugas en el drenaje, que arrastran la tierra del subsuelo, como los huecos dejados por los pozos sobreexplotados, por lo que al paso de los vehículos, en particular los pesados, rompen el asfalto y caen en el hoyo.

Tan solo a lo largo del 2025 Secretaría de Gestión Integral del Agua de la CDMX, ha contabilizado 153 socavones –37 en vías primarias y 116 en secundarias–, que son más que los 130 registrados durante todo el año pasado. Las alcaldías con más oquedades en la red primaria son Gustavo A. Madero e Iztapalapa, con 11 cada una, e Iztacalco con ocho, mientras que en la red secundaria las mayores oquedades son Gustavo A. Madero con 33, Venustiano Carranza con 14 e Iztapalapa con 10.

Existe un mayor problema desde hace décadas pero, presuntamente, no ha sido atendido correctamente y conforme pase el tiempo se va a agravar: el hundimiento urbano.

De acuerdo con geólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Ciudad de México se hunde de diez a treinta centímetros cada año, razón por lo cual advierten que en menos de diez años existirán zonas “inhabitables”, por ello serán necesarios “desplazamientos forzados”, tanto para enfrentar las inundaciones como por la falta de agua.

El investigador Sergio Rodríguez resumió que la densidad poblacional provoca una “irracional” extracción de agua de pozos subterráneos, más el peso de construcciones, hacen que la compactación arcillosa y volcánica del suelo esté al límite de su capacidad, lo que provoca un hundimiento gradual del terreno de hasta 40 centímetros anuales en varias colonias. Puso como ejemplo el monumento del Ángel de la Independencia, donde cada cierto tiempo le añaden un escalón debido al descenso del terreno que lo rodea y soporta.

Puntualizó que “con un promedio de hundimiento de 15 a 30 centímetros por año, si lo multiplicas por diez años, ya son tres metros y si lo multiplicas por cien, pues es increíble”. Por su parte la geóloga Wendy Morales señaló que “este es el punto de no retorno” y anticipó que al no existir en estos momentos una forma de frenar este proceso pueden pasar dos cosas: que los gobiernos y la población se adapten, lo que aumentaría los grados de marginación; o se produzcan desplazamientos forzosos a otras zonas del país.

A pesar de que durante la Colonia se planteó la posibilidad de llevar la capital a Puebla, y de varios frustrados intentos de trasladar a trabajadores y sus familias al interior del país, las autoridades deben empezar a ver cómo enfrentar y resolver el problema del agua en el Valle de México, con sus inevitables consecuencias,

De atender los consejos de los geólogos universitarios, se debe planear cómo concretar una verdadera descentralización no solo administrativa, sino poblacional, de lo contrario los problemas hidráulicos y de hundimiento urbano definitivamente serán imposibles de resolver.

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